El secuestro emocional: cuando te dejas llevar por las emociones
En algún momento de la vida, la mayoría de personas ha sentido que se dejaba llevar por sus emociones, que perdía el control sobre sus acciones y pulsaba el botón de “automático” para dar respuesta a los estímulos. ¿Te suena? Es la situación que se conoce como secuestro emocional. De alguna forma, perdemos la capacidad de actuar de forma racional y dejamos que sean las emociones quienes guíen nuestras actuaciones.
Cuando estamos en un estado de secuestro emocional sentimos que se nos acelera el pulso, nos centramos en aquello que estamos viendo como una amenaza y dirigiendo toda nuestra atención a reaccionar contra ella de forma irracional. Nos ponemos en un estado de alarma que no nos deja reflexionar sobre cómo deberíamos actuar sin dejarnos llevar por nuestros instintos.
Algunos ejemplos de secuestro emocional son cuando sentimos celos o cuando estamos en una discusión con nuestro círculo cercano. A veces podemos llegar a reaccionar de manera que después, cuando salimos del estado de secuestro emocional, entendemos que ha sido completamente injustificado.
Pero, vamos a profundizar más en esta cuestión, en por qué se llama secuestro emocional a este estado y cómo se produce. Te dejamos algunas de las claves para entender qué es el secuestro emocional.
Algunas claves sobre el secuestro emocional
Es posible que el concepto te resulte, cuanto menos, extraño. El secuestro emocional hace referencia a nuestro ser perdiendo el control sobre nuestras acciones y dando paso a la reacción que dictan nuestros instintos, nuestras emociones más primitivas. Dejamos de tener el control sobre nosotros mismos, y es por eso que se le conoce con esta metáfora.
La definición de secuestro emocional es, por lo tanto y como hemos dicho, dejarse llevar por las emociones de forma extrema. Dejamos de hacer uso de la razón y nos centramos únicamente en la emoción, no somos capaces de ver más allá de esa situación y focalizamos toda nuestra atención en una persona, un objeto o una idea. Un ejemplo de secuestro emocional podría ser un ataque de celos.
Vamos a conocer algunas de las claves para entender qué es el secuestro emocional y adelantarnos también así a él.
- Las reacciones a las situaciones tienden a ser desproporcionadas. Al dejarnos llevar por las emociones, lo más habitual y normal es que nuestra reacción sea exagerada, porque, digamos, no está pasando por el filtro de racionalidad al que sometemos habitualmente las emociones.
- Su origen es la supervivencia de nuestros antepasados. Era una respuesta para eliminar la sensación de peligro cuando se enfrentaban a sus enemigos o los animales, por la cual huían o se enfrentaban a ellos. Antes, esta preparación emocional tenía una función vital que ahora ya no es necesaria y, en muchas ocasiones, los resultados no son los deseados.
- El secuestro emocional se genera en la amígdala, el lugar del cerebro donde se procesan las emociones. Esta está vinculada también al proceso de aprendizaje y memoria. Es la encargada de revisar si las situaciones son peligrosas, si hay una amenaza o si nos gusta o no lo que estamos viviendo.
- Aunque en la mayoría de ocasiones el resultado de un secuestro emocional no es el deseado, no tiene por qué tener siempre una connotación negativa. Seguro que te suena eso del “ataque de risa”, pues se trata también de un secuestro emocional en el que somos incapaces de pensar en otra cosa que no sea esa situación que nos hace reír a carcajadas.
- Después de experimentar un secuestro emocional te darás cuenta que no tenías ningún motivo para reaccionar de la forma en que lo hiciste y puedes incluso avergonzarte por ello. No te preocupes, es algo habitual y se puede aprender a controlarlo.
¿Cómo se produce un secuestro emocional? Ejemplos de situaciones donde se puede perder el control
“Estás en una discusión con alguien cercano a ti. El tema te afecta directamente, te sientes dolido, molesto e incluso ofendido. Sientes que, por momentos, estás empezando a gritar, notas que se te acelera el pulso, y, por mucho que te piden que bajes la voz, que te calmes, tú no puedes hacerlo. Gritas y, lo que era un debate, se convierte para ti en una discusión. La otra persona ha decidido retirarse, pero tú sigues con el tema, sigues gritando y te sientes agitado.
Han pasado varios minutos y estás solo. Te estás calmando y, de pronto, te das cuenta de que el debate no ha llegado a buen puerto, que estás solo, te sientes angustiado y no sabes por qué has reaccionado de esa manera.”
Esta podría ser la crónica de un secuestro emocional. El enfado, la ira, te han llevado a perder el control de esas emociones y a reaccionar de forma descomedida. No eras tú quien decidía levantar más y más la voz, eran tus emociones. No podías cambiar el foco para relativizar la situación y solo querías insistir en el mismo tema, sin llegar a valorar, ni siquiera, cuál era el objetivo y la mejor forma de llegar a él.
Esto puede ocurrir con la mayoría de las emociones, especialmente con las denominadas como primarias: alegría, ira, miedo, tristeza, asco y sorpresa. El miedo puede provocar en ti una reacción emocional que te hace salir corriendo, gritar o llorar, por ejemplo. Los celos nos pueden llevar a estar cegados por la tristeza o la ira, no somos capaces de valorar el contexto y nos fijamos únicamente en aquello que nos está haciendo daño.
Estas reacciones son más o menos comunes para todos los seres humanos, pero, como siempre, cada persona tiene una reacción emocional particular a los estímulos. Es por esto que es importante conocer cuáles son nuestras emociones y cómo reaccionamos a ellas para poder empezar a controlarlas y poder avanzar en nuestro desarrollo personal.
Cómo controlar los secuestros emocionales
Seguro que puedes imaginarte la respuesta: la inteligencia emocional, la capacidad para gestionar nuestras propias emociones. El desarrollo personal pasa por hacer un ejercicio de autoconocimiento de nuestras propias emociones, para entender así las del resto y poder evitar situaciones de conflicto, ya sea con nosotros mismos o con el resto.
El secuestro emocional se puede prevenir identificando cuándo estamos empezando a perder el control sobre una emoción. Una vez lo hayamos hecho y sepamos de qué emoción se trata – por ejemplo, ¿estoy empezando a sentir ira o miedo? – podemos empezar a controlarlo. ¿Cómo?
- Ponle nombre a lo que estás sintiendo e identifica cómo tiene que ser tu reacción. No dejes que la emoción decida cómo vas a actuar.
- Tómate unos segundos para calmarte. La técnica de contar hasta 10, como se les suele decir a los niños cuando no logran controlar sus acciones, es muy útil.
- Cuando hayas conseguido calmarte y tus emociones no te estén invitando a actuar de forma impulsiva es cuando tienes que relativizar, leer y entender el contexto y decidir cómo vas a reaccionar. Deja hablar a tu razón y no solo a tu emoción.
La gestión de las emociones te guiará hacia tus objetivos vitales. Como ves, es fundamental para evitar situaciones que te hagan retroceder en el camino, como pueden ser el miedo o la frustración. Cuando seas capaz de controlar tus emociones, lograrás tener las riendas de tu vida y podrás ir avanzando en tu desarrollo personal.