Lograr un mayor bienestar a través de la conciencia emocional
Todas las personas nos enfrentamos a diario a diferentes emociones que provocan situaciones concretas. Las emociones desagradables nos hacen entender que, por ejemplo, nos sentimos desmotivados porque puede que no nos guste la ciudad en la que vivimos, la relación con algunas personas no está siendo beneficiosa o sentimos que no estamos dando lo mejor de nosotros mismos en un trabajo.
Estas emociones nos llevan a querer generar un cambio en nuestra vida. Entender lo que nuestra mente nos está diciendo y actuar en consecuencia forma parte de la conciencia emocional. Además de ser conscientes de nuestras propias emociones, hay otros parámetros que también se contemplan en la conciencia emocional.
La Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar RIIEB ofrece esta definición de conciencia emocional: “la capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar el clima emocional de un contexto determinado”.
Vamos a desgranar este concepto para entender qué es la conciencia emocional y cómo afecta en nuestro día a día, y, en especial, en nuestra relación con el trabajo.
¿Qué es la conciencia emocional?
En la psicología se han llegado a detectar hasta 250 emociones diferentes, en un amplio abanico que van desde la alegría hasta la tristeza. Cuando una persona es capaz de reconocer y entender esas emociones y actuar en concordancia a ellas disfruta de una estabilidad emocional que proporciona bienestar. Te sientes animado, feliz o motivado.
Cuando, por el contrario, no somos capaces de tomar conciencia de las emociones o no entendemos el por qué de estas podríamos vivir en una montaña rusa de sentimientos que puede acabar desequilibrando la armonía emocional. ¿Por qué me siento sin ganas de hacer nada? ¿Por qué no me concentro?
Esta es solo una de las vertientes de la conciencia emocional. Además de reconocer tus propias emociones y poder etiquetarlas, como tristeza, odio o ilusión, la conciencia emocional abarca también entender las emociones ajenas.
Cuando sentimos empatía con las personas que nos rodean estamos haciendo un ejercicio de conciencia emocional. Entendemos que esa persona se siente decaída, pesimista o alegre y actuamos en consecuencia tanto física como verbalmente. Podemos darle un abrazo, tenderle nuestra mano en el hombro o felicitarla.Por último, la conciencia emocional contempla la capacidad de poder entender como afecta el clima emocional a un momento concreto en el pensamiento y comportamiento de un grupo. Cuando en un grupo un trabajo no ha salido bien y tú de repente entras en la sala, percibes esa desmotivación o tristeza, y lo mismo ocurre cuando un trabajo ha sido satisfactorio.
Las emociones y sus funciones
Aunque pueden pasar desapercibidas, las emociones tienen una gran utilidad en nuestro día a día e influyen directamente en el pensamiento y la conducta de una persona. Es por eso que la conciencia emocional es de gran ayuda ante los impulsos que estas nos producen.
Todas las emociones tienen unas funciones comunes por eso no se considera que ninguna es mala ni buena, sino agradable o desagradable. El miedo, por ejemplo, tiene la función de protegernos ante un peligro, lo mismo que ocurre con el asco.
De entre las funciones comunes, existe la social, por la cual adaptamos el comportamiento a las conductas adecuadas, y por otro lado la motivacional, que energiza una conducta motivada y, viceversa, una motivación produce una emoción.La última de las funciones comunes a todas las emociones es la más importante. La función adaptativa prepara a nuestro organismo para llevar a cabo de forma efectiva una conducta adaptada al entorno y con un objetivo determinado. A pesar de haber detectado, como hemos dicho, un amplio abanico de emociones, hay 6 de ellas que son básicas, las primarias de las cuales emanan el resto de ellas con diferentes matices y más complejas. Vamos a ver cómo afecta la función adaptativa a cada una de las seis emociones básicas.
- La alegría. Se considera una emoción agradable porque está habitualmente causada por un motivo o una situación placentera. La función adaptativa ayuda a generar actitudes positivas mediante la alegría, tanto con uno mismo como con el resto de personas. Favorece la flexibilidad mental y la sensación de plenitud.
- El antónimo de la alegría es, por supuesto, la tristeza. Esta es una emoción desagradable causada por el daño, la pérdida o la pena. En la sociedad, mostrar esta emoción funciona como una petición de ayuda e incentiva el apoyo en equipo y el altruismo. En la persona, favorece la reflexión y ayuda a centrarse en la solución eventual, lo que lleva a adaptarse y realizar posibles cambios.
- El enfado. Es una emoción desagradable que desarrollamos cuando las cosas no han salido como nos hubiera gustado. La función adaptativa se centra en energizarse frente a un reto, impulsarnos para superar barreras y defender los derechos personales. Cuando se hace de la forma adecuada, la comunicación del enfado hace que los sentimientos desagradables se desvanezcan.
- El miedo. Esta emoción también desagradable aparece cuando nos sentimos amenazados por una situación o una persona, y puede hacernos pensar que hemos perdido el control de la situación. La función adaptativa en este caso es la de dar respuestas más rápidas e intensas. Es importante saber gestionarlo porque cuando la respuesta es de bloqueo, la función adaptativa desaparece.
- La sorpresa. Es una emoción neutra, y produce un sobresalto. Ante una situación novedosa la sorpresa ayuda a centrarse en ella y facilita la aparición de la respuesta emocional y de comportamiento.
- El asco. Es la emoción que nos produce algo que entendemos como repugnante. En este caso su función es la de detectar amenazas a los valores y las pautas morales.
¿Qué ocurre cuando no gestionamos bien nuestras emociones?
Que podemos reaccionar psicológica y fisiológicamente de forma desmesurada, impredecible e irracional. Podemos ponernos a gritar cuando un compañero ha terminado el café y no ha preparado más, por ejemplo.
Cuando esto ocurre no significa que el café sea de vital importancia, sino que la suma de tus sentimientos te está pasando una mala jugada porque no has conseguido tomar conciencia emocional. Estas reacciones se producen cuando estamos sufriendo un secuestro emocional. Reaccionamos con la parte emocional del cerebro y no con la parte más racional.
Cuando identificamos las emociones, las entendemos y actuamos en consecuencia utilizamos esa parte racional que se inactiva cuando no somos capaces de hacerlo. Reconocemos cómo nos sentimos y tenemos conciencia emocional.
Es posible que esto nos haya ocurrido más de una vez. Tomar conciencia de las emociones y gestionarlas por completo es una tarea muy complicada y no depende únicamente de nosotros.
La resiliencia es también un factor clave para superar esas situaciones de impacto emocional como un cambio brusco, la envidia o la muerte. No es una tarea fácil, se tiene que trabajar poco a poco hasta conseguir curar la herida emocional y lograr un mayor bienestar. La capacidad de resiliencia, además, soportan mejor la presión y logran un mayor equilibrio emocional.
En el proceso de tomar conciencia de las emociones, lo más importante es entender que la gestión emocional nos va a traer beneficios a corto y largo plazo, con nosotros mismos y con nuestro entorno. Vamos a disfrutar de un entorno más agradable, y favorecer un trabajo en grupo más fluido, por ejemplo.
Deja que tus emociones fluyan, pero no dejes que las domines, aprovecha sus beneficios para lograr una estabilidad emocional que te proporcione mayor bienestar.